15 de febrero de 2012

Una más del Colegio de Médicos de Murcia

Escuchando ayer por la tarde el programa de Ismael Galiana, antes llamado La Redonda y ahora La Ventana de Murcia, me quedé perplejo con la intervención de una "portavoz" del Colegio de Médicos de Murcia que afirmaba cosas como que:

- Hace falta un "copago" porque el sistema actual es inviable y esta sería "una solución";
- El sistema sanitario es "muy caro" (...) pero "si lo comparamos con los países vecinos no es caro".
- Los médicos murcianos no estamos tan mal como los de otras regiones porque ganábamos más que la media (se basó en que "nos pagaban mejor las guardias") pero ahora, con los recortes, hemos vuelto a la media.

Para empezar, nada es barato/caro per se sino en comparación con otra cosa. Por tanto, decir de entrada que nuestro sistema sanitario es caro para matizar al rato que si lo comparamos con la sanidad de nuestros vecinos europeos no es caro, no deja de ser una contradicción y un sinsentido. Además, crea una sensación de despilfarro que no se corresponde fielmente a la realidad. Seamos un poco más objetivos, amigos del Colegio.

Para continuar, me pregunto si la insistente defensa del copago por parte del Colegio la hacen por iniciativa propia o colectiva, pues no recuerdo que hayan preguntado ni hayan sometido a votación tal postura. Si desde el Colegio envían a la radio a un "representante" que defiende esta postura, deberían aclarar si es dicho representante, la junta directiva o el Colegio en su conjunto quien defiende dicha medida. Insisto, no me consta que se haya consultado a los colegiados.

Decir que el copago es útil para luchar contra el abuso o la hiperfrecuentación de los servicios sanitarios es desconocer completamente los estudios realizados hasta la fecha. En 2010 se publicó un artículo en el New England Journal of Medicine donde aseguraban que "el aumento del coste compartido en atención ambulatoria para pacientes ancianos puede tener consecuencias sanitarias adversas y puede aumentar el gasto total en salud. Los efectos del aumento de los copagos en atención ambulatoria se magnificaron entre los individuos que vivían en zonas de menores ingresos y educación y entre los que tenían hipertensión, diabetes, o antecedentes de infarto de miocardio". Otro artículo de 2009 del European Journal of Health Economics concluye que un copago para acceder a atención ambulatoria "no logró reducir la demanda de visitas al médico".

Los datos están disponibles en la red e indican que el copago no es útil ni para contener la demanda ni para disminuir el gasto. Experiencias similares en países vecinos con copagos importantes (en Italia te pueden cobrar entre 30 y 50 euros por ir a urgencias si consideran que no precisas atención urgente) han demostrado que al cabo de 1-2 años la presión asistencial es la misma y que, por contra, los pacientes con menos recursos económicos consultan cuando están más graves, aumentando el coste de la atención sanitaria. Es decir, no sirvió para lo que se creía iba a servir y además aumentó las diferencias de salud por estrato socio-económico (la gente no dejaba de enfermar -oh, sorpresa- y quien podía pagar, consultaba igual que sin el copago).

Se acaba de publicar en Diario médico un artículo de Aser García Rada, pediatra, en el que reflexiona sobre "por qué abusan los pacientes". Destaco dos párrafos: 
"La mayoría de personas que justifican el copago (repago) parte de la idea de que los pacientes abusan. Como lo tienen gratis -curioso concepto que descuenta gratuitamente nuestros impuestos-, vamos a controlarlo por la vía rápida. No sé cómo se puede valorar objetivamente la necesidad de ir al médico.
Así pues, el repago no sólo no mejora, sino que empeora las cosas. Eso sin mencionar la clara relación, a mi juicio, entre la progresiva privatización de la sanidad pública y la demanda interesada de repago. Una limitada visión economicista que entiende que su aplicación reduce la demanda es una golosina para los centros con gestión privada que cobren tasas anuales fijas a la administración correspondiente por atender a un grupo de población independientemente de la demanda, por ejemplo.
Ya para terminar, ponerse a hablar en la radio sobre si cobramos más o menos que la media, cuando lo que tenemos que mirar es la mediana, ya indica por dónde van los tiros. Debemos sentirnos lo que somos: unos privilegiados que tienen trabajo (cinco millones de parados) y encima en lo que nos gusta, amén de que cobramos un sueldo digno (menor que el de nuestros vecinos europeos y siempre revisándolo a la baja, pero digno al fin y al cabo). Es más, yo no sé si "volver a la media" es bueno o malo pero lo que está claro es que nunca nos vamos a sentir lo suficientemente pagados o valorados (sólo el necio confunde valor y precio), en parte por lo económico y en parte por otros factores menos tangibles pero igual de importantes para el profesional: respeto, incentivación, reconocimiento de los méritos, carrera profesional, autogestión de la demanda asistencial, etc.

 De todas formas, si nuestro Colegio está tan preocupado por nuestro sueldos bien podrían haberse puesto a nuestro lado en las manifestaciones contra los recortes del Gobierno nacional y del regional durante 2010-2011. Y también el sindicato mayoritario, que en lugar de arrimar el hombro se dedicó a "las mesas de camilla" y los "apaños a media voz", no sea que se enteren el resto de sindicatos y digan (como dijeron) que los médicos vamos a lo nuestro y a los demás que les den por...

Pues eso. Que la próxima vez hablen con criterio, con evidencia acerca de lo que dicen y con sentido de responsabilidad colectiva. No van a la radio a hablar por su boca sino que van para transmitir la opinión del colectivo. El Colegio sin colegiados no tiene sentido (si a eso es a lo que espiran, que lo digan).

4 de febrero de 2012

De omeprazoles y caramelos de menta

Ya sabíamos que los inhibidores de la bomba de protones (IBP) son consumidos por la comunidad como si fuesen caramelos de menta. Que casi no hay informe de alta de urgencias u hoja de tratamiento de ingreso hospitalario donde no conste la prescripción de IBP (1), sin olvidarnos de esos traumatólogos amigos que cambian omeprazol por Nexium "porque protege más". Por no hablar de que los CLT de nuestros pacientes con recetas de crónicos están sembrados de "prazoles", los más elitistas en versión bucodispersable-y-sabor-a-fresa. O que nuestros diligentes mandamases se centran en el indicador de prescripción 'omeprazol / otros IBP' (página 5) en lugar de analizar la idoneidad de su prescripción en cuanto a las indicaciones de los mismos.

La gente piensa -porque así les hemos hecho pensar- que SIEMPRE es mejor prevenir que curar. Así que, si nos duele el estómago, si vamos a tomarnos un ibuprofeno o un antibiótico "que me sienta mal al estómago" (¿Le da acidez, Josefa? "No, me da diarrea") o si esta noche tengo una cena 'potente' y es previsible que me pase de rosca, ¿por qué no voy a prevenir? ¿Por qué no me voy a tomar un protector de estómago? ¡Bendita sensación la de sentirse protegido!

Ahora sabemos que el uso continuado de estos fármacos no es tan inocuo como muchos pensaban y a otros les han hecho pensar, sino que, como era de prever, éstos no son una excepción en el Vademecum y tienen potenciales efectos negativos sobre la salud (¿Algo nuevo bajo el sol?).

Puede que el problema del uso inadecuado puntual o esporádico de IBP, de venta libre en farmacias, sea difícil de abordar pero donde sí podemos actuar directamente los médicos de familia es en la prescripción de crónicos. La literatura científica nos dice que su consumo continuado puede aumentar el riesgo de sufrir fractura de cadera (2,3), neumonía adquirida en la comunidad (cosa que parece no ocurrir con los antiH2), colitis pseudomembranosa en pacientes hospitalizados, gastroenteritis y deficiencia de vitamina B12.

Si lo sabemos, si somos conscientes de los riesgos derivados del uso continuado de IBP, ¿por qué nos quedamos de brazos cruzados? ¿Por qué hacemos la vista gorda?

Puede que muchos médicos se sientan muy cómodos en esta situación de "laisser passer" pues a la resistencia al cambio par parte del paciente, el cual no comprende el trasfondo de estos "ajustes" y siente que los recortes se ceban en su salud (sustitución de las marcas que ha usado tantos años por la versión EFG; deprescripción de fármacos que él tenía por seguros y efectivos, tipo betahistina, SYSADOAS ("de lo que se come, se cría"), Tebetane, Reminyl...), a esta percepción de crítica social para con su condición de enfermo y "devorador" de recursos públicos, decía, hemos de sumar las posibles consecuencias de la difícil negociación médico-paciente a la hora de modificar tratamientos crónicos, sobre todo cuando éstos vienen (im)puestos por otros especialistas. Además, no es desdeñable el riesgo para la relación médico-paciente cuando se cierran puertas en falso y hay que re-introducir el IBP tras su deprescripción por haber convertido al paciente en un auténtico yonki (ver dependencia a IBP por efecto rebote).

Sobran los motivos: ya es hora de "hacer menos para hacer más". Neguémonos a continuar con la prescripción inducida de "protectores" (cuando no estén indicados). Neguémonos a hacer recetas de IBPs  que los pacientes han comprado en la farmacia (cuando no estén indicados). Basta  ya de prescribir IBPs en antibioterapia (cuando no estén indicados). Y así un largo etcétera.

No se trata de demonizar a un grupo de medicamentos. Se trata de hacer bien las cosas, de fiscalizar nuestra propia prescripción y de ser conscientes de que una receta es mucho más que un papel firmado: tiene un coste social, económico y psicológico. A nadie en su sano juicio le gusta que le etiqueten como enfermo ni tener que tomar un tratamiento crónico. Por tanto, no empecemos por castigar. Empecemos por educar.


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1- Como todo médico que haya hecho guardias en urgencias sabe, los "cuatro pilares"  (los cuatro primeros items a cumplimentar) en la hoja de tratamiento del paciente ingresado son: (1) ¿Come? Ajustar dieta; (2) ¿Bebe? Ajustar hidratación; (3) ¿Respira? Ajustar aporte de oxígeno, si precisa; (4) ¿Se mueve? En pacientes inmovilizados, indicar profilaxis de enfermedad tromboembólica (en el resto, indicar deambulación por planta). El "quinto pilar" es, de facto, el paradigma "¿Se protege? Iniciar IBP".Y es por eso que la norma en todo paciente ingresado sea la toma de IBP. En mi hospital, sólo Neurólogos e Intensivistas usan como norma los antiH2 para gastroprotección. En mi caso, el cuarto pilar lo suelo obviar siempre que sea posible ya que indico por norma que el paciente deambule por la planta si el proceso por el que ingresa y su situación basal se lo permiten. El quinto pilar es más difícil de obviar porque si no lo prescribes tú, ya se lo prescribirán en planta.
2- Yang YX, Lewis JD, Epstein S, Metz DC. Long-term proton pump inhibitor therapy and risk of hip
fracture. JAMA 2006;296:2947-53. (link)
3- Targownik LE, Lix LM, Metge CJ, et al. Use of proton pump inhibitors and risk of osteoporosis-related fractures. CMAJ 2008;179:319-26. (link)